La respiración cada vez más agitada de la lámpara a kerosene palidecía la alargada habitación exigiendo que se le bombee aire para resplandecer los enlucidos de yeso de las paredes, tan entretenido estaba Mesías como yo, escuchando los mímicos alegatos del tío Edver que se distrajo por completo, pero sin apurarse y encorvándose la cogió de su base semiesférica y le inyectó aire con su bombín inserto, estirando la cara como pretendiendo alejar de sus ojos el humo del cigarrillo ducal que se balanceaba en sus labios. Sobre el mostrador meno…
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