ANCASH Y ANTAMINA

Hace poco tuve la suerte de pasarme unos días en la zona de la gran cordillera del Perú, alrededor de Huaraz. Estuvimos en Chavín de Huántar, San Marcos, la mina de Antamina, Huaraz, y unos centros poblados en la Cordillera Negra en los cuales Agualimpia –la ONG que fundé hace un año– está trabajando en organizar sistema de agua potable y alcantarillado en zonas con habitantes realmente muy pobres. Empecemos con Antamina, el motor fiscal de la región Áncash. Es sin duda alguna una de las minas más impresionantes del mundo. El tajo tiene 600 m de altura y parece casi vertical; con el nuevo programa de expansión de US$700 millones, el tajo llegará a más de un km de profundidad, una obra de ingeniería casi única en el mundo. En el valle, al lado oeste se ha iniciado un agresivo programa de exploración para prolongar la vida de la mina más allá del año 2035.

La mina produce en concentrados el equivalente de 300,000 toneladas de contenido de cobre, 300,000 de zinc y 5,000 de molibdeno, habiendo generado ingresos en 2007 por US$3,600 millones, sobre los cuales se pagó impuestos por unos US$1,000 millones. De éstos la región y las municipalidades reciben aproximadamente US$450 millones entre canon minero y otros (como el Foncomún del IGV) más la parte remanente del reparto del 8% de utilidades que se destina a caminos (170 millones el año pasado). La empresa representa 12% de las exportaciones del Perú y 6% de la recaudación tributaria.

Mirando desde el punto de observación a 4,700 metros, divisando los camiones de 240 toneladas (400 TM con carga) al pie del tajo –que parecían juguetes desde tan elevada altura– me recordaba lo que había allí en 1980 cuando yo era ministro de Energía y Minas. Había un pequeño campamento de una empresa minera estatal de Rumania traída por el gobierno militar: ni tajo, ni trabajadores, ni carretera, ni nada. Hay que reconocer el mérito de las reformas económicas de Fujimori que permitieron esta gigantesca inversión. Hoy hay 3,700 trabajadores, de los cuales 2,000 son para la seguridad, la comida y la construcción y mantenimiento de pistas en la mina y 100 km más en el Callejón de Conchucos; hay otros 1,700 en la mina y su gigantesca instalación industrial. La laguna de relaves tiene una represa y sistema de filtros que botan agua limpia a la cuenca del río hacia el norte en el cual se ven truchas alegres y gordas. Cualquiera –sea ONG, político, periodista, etc.– que tiene dudas sobre el aporte de la gran minería debe visitar este lugar.

Vamos al otro Áncash. Caminos malos, pueblos muy pobres, a pesar de que la región está tratando de gastar ordenadamente sus ingentes depósitos del canon minero. Hay municipalidades que hacen un gran esfuerzo, tales como la de Independencia (parte de Huaraz más unos 40,000 pobladores en las dos cordilleras): allí el alcalde Gregorio Mezarina apoya un centro de reciclaje de basura, un vivero, un plan de reforestación, y varios proyectos de mejora de agua y alcantarillado. El alcalde de Jangas, el profesor Wilder Hinostroza, también está muy activo. Pero estas dos municipalidades distritales tienen pocos recursos. Los recursos se van a la región y a las municipalidades cercanas a las minas. Allí hay un gran problema de la Ley del Canon. Si bien la idea de reemplazar un recurso minero que se agota es correcta, por otro lado las municipalidades pobres en recursos –así como las regiones pobres como Huancavelica, Ayacucho y Apurímac, entre las más necesitadas del país– reciben poco o nada. Con el tremendo auge reciente de recursos (el canon minero va a dar S/.4,500 millones en 2008) debería ser posible llegar a una solución que dé una distribución más equitativa para que seamos un país más unido.

Otra reforma muy necesaria es que el porcentaje del canon que va a estudios de ingeniería y a mantenimiento se aumente del 10% actual a por lo menos 30% o 40%. ¿Cómo se le puede explicar a un operador de buses o camiones que las carreteras tienen huecos cuando los depósitos bancarios de las autoridades regionales y algunas municipalidades están en niveles nunca vistos, mientras el Ministerio de Transportes no tiene recursos suficientes para mantenimiento esencial? Al camionero que esquiva huecos y obstáculos en la ruta 14 (Pativilca a Huaraz) le importa un pepino el “grado de inversión”, o que hay efectivamente un contrato para arreglar la pista (pero no se ve mucho progreso), si él no puede avanzar.

Cada día necesitamos más y más reformas para que los caminos del Perú se hagan: por cada S/.100 que gastamos en una pista nueva, debemos invertir cada año S/.10 en mantenimiento. Si no hacemos esto, nos estamos consumiendo los ahorros e inversiones del pasado.

Por PEDRO PABLO KUCZYNSKI
Columna extraida del Diario Correo (13 Julio 2008)

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