“LA RUBIA" DE ATICARA

A pocos kilómetros de Corongo, hacia el suroeste desde el paraje de Huayu, el viajero vislumbra una quebrada profunda. Parece hecha de un tajo poderoso asestado por un monstruo del mito andino. Se entreabre de norte a sur por un tramo largo.

Por el fondo, corre un riachuelo cantarín, sobre un cauce de piedras blancas y azules, helechos y pajarobobos. Entre las grietas rocosas de la falda derecha de un cerro, casi cortado a pico, las aguas termales brotan formando chorros y cascadas, engrosando las aguas del riachuelo Conok. En ambas orillas crecen los cactus y helechos verdes y arqueados. Arriba, en las faldas del cerro, sobre los arbustos silvestres cantan cálidamente los chihuillos de color negro.

En una época muy remota, un hombre solo salió de Corongo para bañarse en estas aguas termales de Aticara. Desvistiéndose, puso sus prendas sobre una roca elevada junto a la poza. En seguida se sumergió en la límpida agua empozada, precisamente al pie del chorro espumoso y blanco que cae al pozo.

Repentinamente, un ruido extraño repercutió en la quebrada. Las rocas de la falda del cerro de la margen derecha se abrieron. Apareció una caverna enorme, profunda y negra, en el fondo brillaba un palacio con muros de plata y adornos de oro con incrustaciones de piedras preciosas.

El hombre deslumbrado por el brillo del palacio, lo contemplo con temor. Por momentos creía estar soñando, una mujer lindísima, blanca como el lirio y de cabellos dorados apareció en la boca de la caverna, radiante y hechicera, con una manzana de oro en la mano.

Con una sonrisa seductora le invitó a pasar al interior de su palacio, luego con voz llena de dulzura le dijo que, siendo un hombre pobre recibiría de ella alhajas, perlas y piedras preciosas. Tentado por este ofrecimiento, el hombre perdió el miedo y penetro al interior de la caverna siguiendo a la mujer que caminaba hacia la puerta dorada del palacio.

Misteriosamente, las rocas con estruendo atronador, bloquearon la entrada. La mujer desapareció entre los vapores del agua termal. El interior quedó envuelto en una oscuridad sin nombre, el hombre pereció ahogado en la laguna de agua tibia.

Alguien afirma que lo vieron por ultima vez caminando solo con dirección a los baños termales de Aticara. Por ello, hasta la fecha, subsiste el consejo de que un hombre no debe ir solo a las aguas termales de este lugar.

Julio Collazos Romero
“Cuentos, leyendas y tradiciones de Corongo”.
Lluvia Editores.
Octubre 1988.

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1 Comments

  1. Los cuentos de Don Julito tienen un especial encanto, vienen libres de malicia y hasta las más atravesadas propensiones humanas, aparecen como muy inocentes cuando salen de su pluma. Está muy bonita la recopilación, lo único que me inquieta es ¿porqué siempre lo hermoso en el género humano, tiene que ser para nosotros rubio o blanco y no puede ser por ejemplo, una piel trigueña y bellos ojos negros con un ondulante cabello azabache. Asi como somos nosotros nomás?

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