Las inquietudes de la niñez hacen que siempre estemos pensando en divertirnos con juegos propios de esa edad y si se tienen a los amigos que con las mismas ideas estas se concretizan y se realizan a pesar de los fracasos que se puedan presentar.
En nuestro barrio de San Cristóbal teníamos muchos lugares para inventarnos algún tipo de diversión como la “champa” terreno al pie de la planta eléctrica que era nuestro lugar favorito para pasarnos horas y horas divirtiéndonos con las carreteras que construíamos incluyendo puentes sobre pequeños riachuelos que pasaban por debajo inspirados en la construcción de la carretera que por esas épocas llegaba ya cerca de Corongo.
Waly, Mañuco, Calolo, Marinito y otros más llegábamos a la “champa” al promediar la media mañana con los juguetes de madera construidos en casa de alguno de nosotros, recuerdo habernos construimos un tractor con su pala hecha de lata de aceite comestible, envase de esas épocas de este producto con todos los detalles que habíamos observado a la llegada de esta máquina a Corongo, también hacíamos camiones, “góndolas” a escala reducida que muchas personas mayores se admiraban de la similitudes con las maquinas reales. Trazábamos una carretera con sus detalles de la verdadera para luego hacer transitar nuestros vehículos de madera.
También recuerdo que hacíamos pequeñas “pelton” que giraban incansablemente aprovechando un fruto silvestre redondo llamado “pillocsho” el cual atravesábamos con una palo de alguna rama recta que sirviera como eje y alrededor de este insertábamos palitos más pequeños de la misma dimensiones en cuya punta poníamos frutos más pequeños por lo general eran unos cinco alrededor del eje principal el cual lo apoyábamos en dos horquetas que fijábamos en el suelo, luego hacíamos una pequeña acequia que terminaba en una penca que formaba el chorro de agua para que empiece a girar nuestra pequeña “maquina” hidráulica.
Siempre se terminaba sucios llenos de barro para luego recibir la reprimenda en casa por la “inconciencia” de no cuidar la ropa o zapatos que seguramente con mucho esfuerzo lo adquirían nuestros padres.
Llega ya el mes de agosto época de vientos tiempo de construir una cometa de carrizos y papel que adquiríamos junto con el pabilo en la tienda de don Patrocinio, preparábamos el engrudo en la cocina de la casa, cortábamos en tiras el carrizo y lo fijábamos en forma de barrilete guiados por el diseño que encontrábamos en las revista de Mecánica Popular que le robaba a mi abuelo Florencio Reyes cada vez que viajaba a Cabana.
Terminada la construcción la cometa emprendíamos la subida al cerro San Cristobal para echar al viento nuestro juguete, nos ubicábamos en algún lugar propicio para aprovechar las corrientes de aire Sosteniendo la cometa encima de su cabeza Calolo, yo tiraba del pabilo echando a correr unos cuentos metros para forzar a que el juguete tome altura esta hacia el amague de querer volar y después de unas piruetas caía al suelo, volvíamos a intentarlo y volvíamos a fracasar era hora de bajar del cerro para hacer una revisión del porqué no levantaba vuelo.
-¿No será she que la cola es muy pequeña? Acotaba Calolo
-Puede ser, habrá que aumentarla entonces
-¿Los templadores tienen las dimensiones que indica el “plano”? preguntaba Waly
-Haber revisemos, les decía y hacíamos los ajustes necesarios que una vez terminada quedara listo para volver a subir al cerro el día siguiente.
Son las 10 de la mañana del nuevo día y en la puerta de la casa estaban ya listo esperando a que saliera con la cometa para emprender nuevamente la subida con mucho cuidado para no estropear el juguete Mañuco, Calolo, Waly y algún amigo más se unían al grupo y empezábamos el ascenso para el nuevo intento de hacer volar la cometa.
Hemos llegado ya al pie de la cruz y Calolo busca la ubicación correcta en contra de las corrientes de aire que se formaban, a una distancia prudente, esperaba yo la oportunidad de poder correr lo suficiente para que el juguete volador pueda emprender el ascenso hacia el cielo, después de algunos intentos por fin podemos sentir en el pabilo que se templaba ligeramente por la resistencia que ofrecía al viento y llenos de alegría celebrábamos ver que esta subía cada vez más soltaba yo con precaución el pabilo hasta quedarme solo con un pedazo de la misma, encontrándose ya sobre el cielo de Corongo con sus colores variados balanceándose suavemente sobre los techos rojos de la ciudad vista privilegiada que gozábamos llenos de satisfacción, sentados ya al pie de la cruz.
De cuando en cuando vemos salir el humo por las chimeneas de algunas casas que en sus cocinas queman las leñas que atizan el fogón en la preparación del almuerzo del día.
Todos los allí presentes felices de contemplar el éxito de nuestro juguete nos relajábamos ¿Cuánto tiempo? Seguro que un buen rato, cuando en eso un descuido mio de sostener bien el pabilo lo suelto y mirando con tristeza que nuestro juguete volador iba perdiendo altura y era llevado por el viento con dirección a cocha pampa perdiéndose este en las faldas del cerro.
Ha terminado nuestra alegría y emprendemos la bajada a casa seguramente para recibir una reprimenda por no haber estado en casa a la hora del almuerzo.
Pero no nos sentimos derrotados porque seguramente a la semana siguiente prepararemos otro modelo y me asegurare de no cometer el error de descuidar el control del juguete.
Haremos nuevamente volar en el cielo de Corongo nuestras ilusiones de la niñez.
Escrito por: Samuel Nieves Reyes
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