El festival de Ancos

En 1990 visitaba Cabana con rigurosa obligatoriedad, cuando las coposas lluvias de Tuctubamba impedían la aventura a lomo de bestia, no quedaba otra alternativa que dar tremenda vuelta por Chuquicara, entonces la construcción de la carretera Yupán - Bambas se hacía importante especialmente para mí y entiendo que esa preocupación me motivaba para aquel entonces. Dejaba al gran Chivirico envuelto en la polvareda con su Komatsu en las curvas de desarrollo y había que llevar informes, planillas y otros documentos a la sede micro regional que ahí funcionaba; me tocó vivir lo que a nuestros paisanos coronguinos después de 1901 cuando nos arrebataron la sede provincial. Haciendo escalas en Yuramarca y Chuquicara muchas veces pernocté solo, solito en Ancos, pequeño pueblo donde se deriva la carretera a Santa Rosa (o Cajamala como dice mi padre) y a Tauca.

Pretendí siempre borrar de mi memoria aquellos sentimientos encontrados que presionaban mi pecho aquellas horas eternas y oscuras, donde el frio y la incomodidad sobre una fría vereda lidiando con gigantes roedores y terribles murciélagos pasaban a segundo plano. El recuerdo fresco de aquellas muertes absurdas en Bambas ocasionadas por el ejército acorralaba mi pensamiento sobre todo cuando mi linterna de pilas se encontraba con paredes pintadas con hoces y martillos. Al verme entre dos fuegos le rogué a Sanpedrito que me proteja al menos hasta que se termine de construir la carretera. 

Cuando amanecía, con la oscuridad se iban los temores, el sonido a lo lejos de un motor sepultaba los desasosiegos, siempre llegaba vendiendo pescado de Chimbote y con una parsimonia inconfundible un camioncito con el apellido de su dueño y a la vez chofer quien dejo de invitarme a subir en su tolva para tragar polvo con los zapatos sumergidos en sanguaza cuando le comenté que había visto hace poco en la televisión una entrevista que Hildebrant le hizo a su hermano. La cabina de su Dodge de los años 50 se abría gentilmente para mí y el viaje larguísimo se convertía en ameno conversa que te conversa con el amigo Toledo y su orgullo entendible.

A fines de Octubre del 93 nuevamente me vi de noche en Ancos y obligado a pernoctar, pero en condiciones totalmente diferentes. Integrábamos la delegación del Champará para participar de las celebraciones de aniversario de Cabana, y una lluvia torrencial obligó al chofer del bus, especialmente contratado para nuestro traslado, a esperar la madrugada para continuar viaje. Los músicos provistos de nuestros inseparables ponchos dejamos el carro donde se quedaron los del grupo de danzas y directivos y haciendo un círculo en la suerte de plazuela del pueblo a escondidas dejamos girar un roncito solo para el frío diciendo.

Esa noche nos esperaban para la cena pero que se iba hacer al menos en el lugar había una cantinita que expendía además coca y cigarrillos. De pronto un jolgorio inusual se apoderó del grupo, a pesar del hambre, desprovistos de nuestros instrumentos que reposaban intranquilos en las bodegas, en un arranque de alegría y ganas de exteriorizar nuestros sentimientos decidimos cantar a capela uno por uno. Wily Valdez quien oficiaba de maestro de ceremonias anunciaba a cada participante. “Por primera vez, Higinio Ocsas nos va a interpretar un huayno”, “Julio Izaguirre se hace presente para regalarnos con su voz el huayno…”, “para regalarnos un huayno especialmente guardado para la ocasión está con nosotros Amadeo Pinedo”, “Desde San Isidro viene Eulogio Flores para regalarnos con su voz y en quechua por supuesto el huaynito…”, a mi turno también mi aguardentosa voz trato de cantar algo, pero ahora reconozco que los nervios me traicionaron, sucede que en el carro seguro entre sueños me estaría escuchando una palla, mi palla, mi Marita. Todos cantaron, indudablemente lo hicieron mejor Julio Robles y Beto Malpica. Los aplausos y felicitaciones no se hacían esperar, era una versión cantada del “brindis del bohemio”, trazamos a mano alzada un grafiti en la oscura e inolvidable noche de Ancos, con nuestros corazones musicales felices y nuestras almas más hermanadas aún. Hasta ahí todo iba de maravillas, le tocaba el turno a nuestro buen amigo Nilo Lezama, para entonces se integró al grupo el dueño del bus y copiloto, el recordado Pascualito Villafana, quien salió de entre las llantas lidiando con barros y grasas, ya eran las 12 de la noche y Oscar Tapia desde el timón anunció que era cumpleaños de Pashcu, llegó la hora del saludo y también de la improvisación, nuestro participante de turno haciendo un remake de la gira del Champará del ñato Acosta terminó cantando” Mira mira como corre el carro de Pascualito , va cruzando Chuquicara y pronto llegará a Cabana…”, buena Nilo aplaudimos todos y una linterna iluminó al cumpleañero y resalto su evidente mala traza y empezó el remate “ Compra jabón bolívar tajra Pascualito, si quieres…..”. Se inició el desorden, tratamos de calmar los ánimos, hasta que el maestro Collazos, nuestro director artístico, recordando sus años de profesor nos dio una reprimenda de padre y señor mío y en un santiamén terminamos en nuestros asientos calladitos.

Al día siguiente con apoyo de la maquinaria de la Municipalidad de Pallasca, llegamos a media mañana a Cabana. En el palacio municipal nos recibieron con banda de músicos y ramos de flores, con memorable discurso el Alcalde de Pallasca nos entregó un plato recordatorio, “Esta hermosa mañana los dioses guardianes de Pashas se regocijan de alegría y nos regalan un límpido cielo azul, para saludar la presencia de nuestros hermanos champarinos, dignos embajadores de la cultura exquisita de Corongo, herederos de una tradición musical que con sana envidia elogiamos, dueños de una tradición de pallas y panatahuas que admiramos. …..Este aniversario queremos celebrar junto a los hermanos Coronguinos, con su música y su tradición, por ello os declaramos huéspedes ilustres de Cabana……”.

Después de nuestra velada la municipalidad organizó una recepción en privado a la delegación de autoridades regionales, los champarinos amenizamos el evento, el alcalde nos hizo llegar una botella de Wisky con etiqueta especial, esto lo he guardado para una ocasión como ésta, es para ustedes. Tocamos como nunca. ¡Bestia, she.! Hace poco me enteré que en Ancos, en el lugar donde los champarinos hicimos nuestra rueda de emponchados cantores, han construido una glorieta. Quizás algún día se reedite lo que con cariño y añoranza denominamos “Festival de Ancos”. Quizás.

Plazuela de Ancos


— con Julio Collazos Romero, Beto Malpica Moreno, Julio Alberto Morales Izaguirre, Higinio Ocsas, Niria Doris Mantilla Torralva, El Champara Corongo, Jose Garay Gonzales, Willy Valdez, Amadeo Pinedo, Nilo Lezama Asencio y Eulogio Flores Rojas.

Artículo de Coqui Trevejo Mendez, extraido de su facebook.

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