Para cuando tengas tiempo de leer...


Mancho…

Me dices que para el cambio de vara nos iremos a Corongo, para estar presentes en esta ceremonia ritual tan especial como te lo han comentado y que nunca antes habías estado en esas fechas, yo me entusiasmo y vienen a mi memoria las navidades nuestras allá en plena adolescencia con Iver, con el negro Mattos, con Paul con cuantos más alegremente nos disfrazábamos de negritos y tú de Franshica, infaltable personaje de la cuadrilla y que ninguno de nosotros quería ser, pero tu como siempre, decidido y resuelto no te hacías problemas en disfrazarte de la “fémina” del grupo y para asegurar tu personaje con algún faltamiento de respeto por algún atrevido negrito rival, me escogías a mi como tu pareja ideal, que yo entusiasmado lo asumía saliendo así en tropel y apropiábamos de las empedradas calles para disfrutar con la frescura de nuestra edad las ocurrencias, en las festivas navidades coronguinas.

También me vienen a la memoria Manchito vagamente nuestra inicial amistad niños aun en una fiesta infantil de carnavales en casa de tu prima Silvia, fiestas de aquellas con disfraces, serpentinas, talco perfumado y el chisguete importado de colonia en un especial envase de vidrio y pequeña palanquita de presión para que salga expulsado y atomizado el contenido directamente a alguna de las niñas presentes allí. Que con temor no nos atrevíamos a hacerlo.

Recuerdo también con sonrisa intima, nuestro despertar de nuestra adolescencia, que irremediablemente se hacía presente ya en el transcurrir de nuestras vidas y que la testosterona juvenil, nos empujaba en inventarnos en cualquier noche el juego de las escondidas para disfrutarlo nosotros, más que los cómplices ocasionales compañeros de juego, en algún recóndito escondite de los alrededores de la plaza que buscábamos y nos las recomendábamos su ubicación para aprovecharlo y así dar nuestros primeros “chapes” de amor a nuestras ocasionales cómplices del juego y recuerdo aun, que más de una se entusiasmaba también con esas aventurillas nocturnas.

Fue avanzando el tiempo y una tarde de bohemios inicios, decidimos comprarnos un botella de ron cartavio grande, gigante lo diría yo, en la tienda de don Patrocinio y nos fuimos al corral de tu abuelo Basilio en el barrio de dos de mayo a brindar los dos solos y cuando estuvimos allí ya, decidimos tomarnos el trago en la tapita del envase porque no tuvimos la precaución de tener un vaso a la mano para hacerlo, nos ganó la noche y también una feroz embriaguez, saliendo de nuestra ocasional guarida al promediar las siete sin rumbo conocido, perdiéndonos los dos en las estrechas calles y deambular sin rumbo yo y recordarme luego que me encontraba por el puente de calicanto con muchachos que no podía identificarlos. Era un lugar casi prohibido para nosotros el cruzarlo, porque vicuña Aguilar lo había decidido que si lo hacíamos nos esperaba una tanda de patadas y puñetes al por mayor.

Terminamos la secundaria en nuestro querido colegio y el rumbo de la vida nos trazaba nuestro camino.

Tú, lo hiciste a tu manera hasta que me entere que estabas viviendo en los Estados Unidos donde, como me lo comentabas viste el mundo diferente y esa tu experiencia vivida en esas desarrolladas urbes, las querías hacer que tu Corongo querido sea participe de ello, para salir del ostracismo en que lo encontrabas cada vez que lo visitabas.

Tu vehemencia en tus decisiones también muchas veces no fue bien recibida, como no le gustaba a muchos también el orgullo de tu ancestral alcurnia familiar de los: ¡Garay carajo!.

Tu devoción por la Santa Cruz de Allaucan fue puesta a prueba muchas veces, tratando tú con entusiasmado cariño que estas tradicionales celebraciones no muera como así tampoco la fiesta de septiembre en honor a la Santísima Cruz de la Exaltación de Corongo.

Cuantas cosas más te quiero comentar Mancho como que el madurar del tiempo te puso en tu camino a alguien, que supo domar a ese briosos corcel desembocado como Mariela, me comenta que no fue fácil, pero ya han pasado diez años Mancho de los inicios de esa difícil empresa emprendida por ella, y te comento que en voz baja me dice que lo ha logrado.

Yo me alegro por ella y por ti… ¡Bien Mancho!

Te pido para cuando lo leas estas remembranzas, me perdones no haber puesto todo lo que vivimos, en esta nuestra larga amistad, como cuando llego por primera vez el carro a Corongo tu caminando a tus 10 años junto a los grandes personajes que hicieron que eso sea realidad yo en el techo de la góndola de Rojo, con los seguramente de menos... Alcurnia familiar.


Raul Elias Garay Armijo "Mancho"
 Hasta siempre compañero !!!

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