Cuando, los años de la vida se van ganando paso a paso en el largo trajinar del día a día conyugal, a veces, comienzan en el maduro varón a hurgar en miradas indiscretas de inquietudes libidinosas en el interés carnal por alguna joven doncella, que de repente le acompaña en la rutina diaria de labores o en el paso de tantas idas y vueltas hacia el centro sanitario donde se trabaja.
Puede que en principio, no le llame la atención el rutinario
barrido mañanero por ejemplo de la vereda y calle del hogar que alguna doncella
en su diario pasar, pero, que de a pocos el atento saludo por parte de ella,
hacia él, que parecía uno más del tradicional respeto hecho una buena costumbre
en la ciudad andina de Corongo como un último bastión de la educación
tradicional antigua, que aun sobrevive allí, sea el inicio de una atención mayor
por este acto, que día a día ira tornándose en algunos minutos de alguna
fortuita conversación hasta volverse en algunas entretenidas y largas charlas
amenas, para luego terminar brindando alguna infusión en casa de ella, como una costumbre
diaria de algunos momentos antes de seguir, en el avanzar del regreso hasta su
hogar, más arriba de la ciudad, donde, su atenta esposa le espera siempre, con la
merienda preparada según los gustos culinarios de parte de él.
Transcurren los tiempos y ella comienza a preocuparse ya por él cada
vez más, que, en cada final de los atardeceres que siempre acostumbraba a
llegar puntual, él, se retrasen día a día cada vez con más frecuencia y preocupada
por las inclemencias del fuerte frío invierno andino llegado, decide en una
lluviosa tarde ir en busca de Rudy, su, adolescente vecino de vivienda del
frente a la de ella en la calle Ramón Castilla para pedirle que le haga el
servicio de hacerle llegar a su esposo, su poncho habano y su sombreo de paño
negro para que se cubra de la lluvia y el frío de aquellos momentos cuando
salga de su diario trabajo, en la posta hospitalaria local donde brindaba sus
servicios profesionales.
- Rudy, hazme un favor de llevarle a don Herminio su poncho y su sombrero a la posta para que cuando el salga de trabajar se abrigue y lo acompañas en su regreso, apresúrate por favor, que está lloviendo, para cuando vuelvas, te voy a invitar tu porción de ñuña con lonja de jamón que tanto te gusta…
Rudy que cada vez que podía saboreaba
con mucho agrado ese su apetitoso manjar coronguino, partió entusiasmado con el
encargo hecho entre manos y se fue en busca del destinatario.
Este adolescente y su amigo el “pato” Campomanes
su yunta desde la niñez, andarines e inquietos cazadores de perdices por los
alrededores de la ciudad, se, habían enterado de las andanzas del destinatario
del encargo de aquella tarde hacia algún tiempo ya, que, su buena esposa ignoraba.
Habían descubierto que su vecino andaba
de amores por la parte baja de la ciudad en el barrio de Dos de Mayo, muy cerca
su centro de labores y en aquella tarde lluviosa sabría con absoluta seguridad
donde lo encontraría.
Apresuro el paso guareciéndose bajo
los alerones salientes de los techos de tejas de las casas coronguinas, por la
mangada lluviosa desatada y se dirigió a la dirección donde alguna vez pillo al
personaje de marras hacer su ingreso casi clandestino, para evitar, según él, las
miradas de la vecindad. Nunca sospecho que su vecino adolescente viviente frente
a su hogar, lo había captado alguna vez, ya, allí.
Toco la vieja puerta de madera del zaguán
coronguino y al cabo de una corta espera, sintió que lo espiaban desde adentro
por una pequeña hendidura que tenía esta, para, luego sentir que corrían apresurados
al interior en busca del destinatario del encargo hecho.
Salió don Herminio y pregunto:
- ¿A
quién buscaas Rudy?
- A
Ud. Don Herminio, su señora me ha mandado traerle su poncho y su sombreo para
que se abrigue y me dice que se apresure Ud. en llegar que ya hace bastante
frío para Ud.…
Don Herminio, un, antiguo personaje coronguino
de pausado hablar y aprecios cantados por los tangos argentinos de esos tiempos,
guardo un pequeño tiempo de silencio y
al cabo de algún segundo dijo:
- Rudy
volvé y decile, que arriba donde ella esta…Es frío como la puna de Tuctubamba…En
cambio aquí abajo, donde me hallo hoy, es cálido como los baños termales de Pacatqui...
Cuenta Rudy hoy que aquella tarde de
frío invierno coronguino, volvió a su casa con el encargo entregado, pero, sin la
compañía del personaje requerido, que no le dio ganas de ir a reclamar su porción
de ñuña con lonja de jamón que le aguardaba a su regreso, por lo incompleta misión
emprendida.

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