Acabamos de recorrer los caminos y pueblos de nuestra tierra
ancashina en la parte norte de nuestro departamento. Hemos disfrutado de los
hermosos paisajes alto andinos peruanos que la naturaleza construyó para nosotros, los, que por allí tuvimos la
dicha de haber nacido y que hoy después de algunas décadas regresamos a ella
ilusionados como cuando niños aun lo hacíamos también con el guiado cariño de
nuestros padres viajábamos a la costa con ocasión de las vacaciones
escolares y luego de estas volver a ver los hermosos y bellos amaneceres o atardeceres
de nuestros andes peruanos. Aspirado profundamente del aire puro y aromatizado
de alcanfores y perfumes regalados por la vegetación silvestre que puebla nuestras
indomables alturas andinas.
Hoy, mientras viajamos, expandimos ansiosos nuevamente nuestras
vistas para escudriñar y extasiarnos de las profundidades de los indómitos
cañones labrados en infinidad de años por la naturaleza, donde los ríos que las
recorren se han convertido en hermosos hilos de plata, encajonados en profundos
y verticales acantilados cada vez que la ventana del vehículo automotor nos
permitía hacerlo en su rugiente y lento asenso a las alturas de los cielos
ancashinos. En la carretera de penetración hacia el norte serrano de nuestro
departamento, que las orillas del río Tablachaca
se abre paso en el camino a las profundidades de la provincia de Pallasca, rumbo
a Conchucos. La tierra de mi padre.
Escuchamos atentamente el comentarios de las conversaciones
de algún anónimo acompañante de viaje en el bus, al parecer conocedor por estos
andares, que visualiza en su relatos narrados a su interlocutor en las arenas y
cascajos de los lechos acuíferos del rio vistos allí y que bajados son desde
las punas serranas, esconden restos auríferos que son extraídos pacientemente
por artesanales mineros, en laboriosas horas de
lavado de la graba en cueros de carneros según narra y el producto de ese añejo método de búsqueda
aurífera, obtendrán la arenilla sobrante del cascajo primigenio, he irán
reduciéndolo de a pocos hasta cuando una porción de azogue termine de hacerles
el trabajo final, del separado metalúrgico atrapando los microscopios trozos del
oro puro, buscado.
Nuestra curiosidad que siempre nos acompañó por averiguar más
de lo que seguramente es, nos impulsa a atrevernos a preguntar la razón del porque
el precioso metal se encuentra en el lecho del rio Tablachaca y nos comentan,
que este, en su recorrido desde sus primigenios orígenes va lavando las bases
de montañas desprevenidas en retener sus joyas escondidas en sus difíciles
accesos y que el caudaloso torrente de los estacionales inviernos con sus
violentas bajadas desde las lagunas andinas, aumentadas por las lluvias de los
andes, se encargan de hurtarles lo que el hombre no puede hacerlo desde
nuestros antepasados, pero gracias a ello, serán depositados en sus cauces para
beneplácitos de los que los buscan.
También contemplamos con nostalgia el vacío dejado por las
vías del tren en su segundo ramal, que en un lejano tiempo recorrió estos
caminos y que medio siglo después recorro ahora, como una simple carretera
afirmada en un moderno vehículo automotor negándome yo, a aceptarlo, porque a
ratos parezco ver y oír a la jadeante locomotora echar humos entre las áridas montañas
como en horas de antaño halando a una
larga fila de coches cargados de carbón de pierda, extraídos desde las minas de
la Galgada, en una alucinante visión de recuerdos imborrables que en mi mente
perduran cada vez que veo aparecer derruidas construcciones abandonadas en el
tiempo que yo hoy las vuelvo a poblar de gentes y vida a instantes en mis
alucinantes recuerdos de antaño, en
apresurados pasos de comerciantes ofreciendo los frutos y manjares que sus
tierras templadas les brindan u otras que han bajado de las alturas andinas con
sus pieles cobrizas por el frio, para
abordar el tren de pasajeros e ir en busca de mejores lugares en la costa para
hacer nuevas vidas, allí.
El ascenso de empinadas carreteras impacienta a los míos, que
me acompañan por primera vez en estas zonas y preguntan de rato en rato, si ya
estamos cerca a nuestro destino. Yo no sé qué responder, porque yo, también
ignoro cuando llegara el final del viaje porque nunca antes estuve por, ahí.
Cuanto quisiera que disfruten los míos, que no están
acostumbrados a estos viajes como yo lo hago, cada vez que al borde de la
carretera veo aparecer alguna casa de rojos tejados rodeado de verdes
eucaliptos y humeantes vapores de leños quemados que por sus techo escapan y
que con seguridad pienso que se están en ebullición en alguna olla de barro
puro, deliciosos manjares andinos cosechados en estos verdes y hermosos campos.
También, compruebo que será difícil que así sea, porque sus
desencajados rostros del maltratado viaje para ellos, me lo dicen todo y
comprendo que no encontrare entusiasta respuesta, salvo la sonrisa sincera de
Juanjo, mi pequeño nieto de dos añitos que me regala de rato en rato como noble
expresión solidaria de mi feliz viaje al cielo de los andes ancashinos.
Tras seis horas de viaje, veo aparecer allí al fondo de un
pequeño valle las primeras construcciones y que por el comentario de los
acompañantes de viaje, puedo asegurar a los míos que hemos llegado a Conchucos
la tierra de los chachacomas o la de mi padre que tanto quiso y que tanto lo
escuche hablar cada vez que se le daba la oportunidad de hacerlo, con orgulloso
recuerdo de este pequeño poblado de aventureros mineros y extraños venidos
desde lejanas tierras en busca de encontrar fortunas perdidas, en las entrañas
de sus indomables montañas que la circundan.
Llegamos y sus estrechas calles nos conducen hasta la plaza de armas de la ciudad, destino final de nuestro viaje, lleno de colorida gente en fiesta patronal serrana y de música en el aire con el de fragantes tronares de bombardas, dándonos así la bienvenida soñada y despertando el perdido entusiasmado inicio de viaje de los míos, aliviándome yo también de tensiones escondidas por ellos.
Mi primo Naty, que al pie del bus nos espera, nos recibe con
mucho entusiasmo el como buen conchucano acude siempre a la fiestas que en
honor al patrón de la ciudad el Señor de las Ánimas se celebran anualmente en
septiembre y de paso agradecerle los favores recibidos por su ferviente devoción
hacia él, lleva su equipo de fútbol desde Lima, para participar en el
campeonato deportivo como una parte importante de la fiesta que realizan allí.
Pude comprobar la competencia futbolera es de
buen nivel y se puede observar interesantes deportistas destacables.
También hay campeonato de voleibol inter barrios muy
entusiastas con apetitosos premios nada despreciables como tres mil soles para el
vóley y ocho mil soles para el fútbol por el primer lugar. Premios brindados
por los señores de la minera Milpo, quienes tienen yacimientos mineros asentado
allí. A cuyo cargo tiene la organización de ella.
La noche se hace presente y una multitudinaria muchedumbre de
bailantes atiborra la plaza de armas en entusiasmadas algarabías danzan al
compás de dos gigantescas bandas de música, despertando también en nosotros los
reprimidos y tímidos entusiasmos de extraños que somos por allí por ser
partícipes de ellos, pero que el caliche ingerido en sorbos para amenguar el
frío nos calientan en demasía y empujan a la muchedumbre danzante y ya en el
medio de ellos, entusiasmados por el licor tratamos de imponer nuestro ritmo danzante
acostumbrado y vemos que nuestros acompasados pasos danzariles pierden
fácilmente el ritmo que le imponemos a nuestras extremidades, porque en
nuestros oídos se entrecruzan los compases musicales de dos grandes bandas y en
más de una ocasión, desentonamos nuestros movimientos, que para suerte nuestra
nadie lo nota por la cantidad de danzantes al lado nuestro nos apretujan sin el
menor reparo alguno.
En estas algarabías populares pasan las horas imperceptibles y
van a ser las tres de la mañana y entre “pisco y nazca”, ya, no pierdo las
esperanzas que los gigantes castillos armados allí, sean encendidos de una vez,
pero uno de los primos chachacomas me hacen perder la fe de que llegue a ver
eso hecho realidad, porque me comenta que es costumbre que esos gigantes de
artificiosos y multicolores fuegos, se encienden entre cuatro y cinco de la
mañana. Creo yo, que para entonces mi cansado y rendido cuerpo, estará, en los
brazos de Morfeo, ya.
El despertar del nuevo día llegado con luminosos rayos de sol
y límpido cielo es propicio para subir a la movilidad hoy que nos trasladara
has los baños termales de Cochaconchucos, a unos veinte minutos, me comentan y
mi entusiasmada gente desespera por llegar cuanto antes ahí, en una corta travesía
a la salida de la ciudad, que disfrutaremos de las benditas aguas brotadas de
las entrañas de las rocas en una pequeña explanada en las faldas de la montaña
las brinda y embalsadas están, en una pequeña piscina de límpidas aguas
calientes, que despiertan y relajan nuestro trajinado organismo, como
medicinales baños esperados.
Han pasado los días, mi primo, no pudo llegar al final del campeonato de fútbol con su equipo, pero no pierde las esperanzas que el otro año será mejor, como yo, que también ojala esté de nuevo por allí con todos los míos. Aunque mi hija Nataly Laura dice que volverá solo cuando le avisen que hay aeropuerto, a pesar que le han ofrecido pagarle los pasajes y estadía para llevarla, por su desempeño en su equipo de vóley en el disputado campeonato interbarrios en honor al Señor de las Animas de Conchucos, la tierra de mi padre que tanto amo en vida.
0 Comments