Costumbre era, en nuestras épocas estudiantiles, que cuando se terminaban las clases, en el colegio San Pedro de Corongo después de rendir todos los exámenes de fin de año, muchos de los estudiantes de nuestro centro educativo, viajan a la ciudad de Lima en busca de trabajos eventuales para agenciarse de algún dinero que luego servirá para aportar a los gastos del nuevo año escolar siguiente, como el uniforme, los zapatos, o, los útiles que serán requeridos y de paso ayudar así también a mejorar la economía familiar que muchas veces pasa por escaseces y estrecheces monetarias en los perdidos pueblos andinos del interior de nuestro país.
Rudy, emprende el viaje que lo lleva a la capital y una vez llegado
a Lima va en busca de la casa de su hermano
mayor Willy, días antes de navidad, no es la primera vez que lo hace así, no,
le llama la atención el agitado modo de vivir en la gran ciudad, sabe que
después de las fiestas de navidad y de fin de año tendrá que ir en busca de los
conocidos de la distribuidora de lácteos “UPA” donde el verano anterior,
trabajo como ayudante de camión repartidor de botellas de leche a los hogares que las
requerían, costumbre de la época del negocio de las lecherías capitalinas.
Durante los meses del verano limeño de Enero y Febrero
trabaja arduamente, él, no se da abasto para pasar los días en alguna playa
capitalina cercana como los adolescentes contemporáneos, pues para eso no vino,
el desde su lejana tierra.
Han, pasado los días de su corta residencia capitalina y logra obtener un ahorro que le sirve para
comprarse un nuevo uniforme escolar y para mostrar la diferencia en el colegio adquirió
el de la marca “TEXORO”, anhelo de muchos de los estudiantes en vestir siempre una
de esa marca por ser la de mejor calidad y textura de su tela en la
conservación de sus líneas y la diferencia notoria del buen vestir estudiantil,
para quien la lleva puesta.
Se termina la corta estadía vacacional de él y es momento de
iniciar el retorno, pues, son ya los primeros días de marzo y como siempre el
viaje de regreso a Chimbote lo hará en la empresa de transportes NORANDINO, en
el turno nocturno.
Llegado la noche de
viaje y en la espera de poder abordar el bus en una de las bancas de la agencia,
nota la llegada de dos jovencitas muy agraciadas ellas, elegantemente vestidas,
con ropa de moda del verano que ya termina, acompañadas por un persona algo
mayor que no dejaba de recomendarles el cuidado que deben de tener sobre todo
para cuando, lleguen a la estación de Chimbote, donde siempre los ladrones y
carteristas están rondando entre los viajantes a las víctimas descuidadas, a
quien puedan robar cuando están en el ajetreo de adquirir los pasajes para abordar el tren
con destino a Yungaypampa, además ve que llevan dos maletas de viaje que están algo pesadas, que tendrán que
trasladarlo hasta el almacén de equipajes para depositarlos y lo embarquen en
el vagón de carga del tren, en donde deben ser trasladados.
Rudy, que, vive los momentos que le da la vida con la
adrenalina del adolecente enamorado
desbordando en su precoz personalidad, mira con disimulo la escena en
desarrollo con ellas y la belleza femenina que desbordan.
Impresionado con la llegada de las jóvenes no deja de observarlas,
en silencio sigue los movimientos de ellas esperando la hora de abordar el bus.
Pasan los minutos y escucha una vos que dice en los parlantes
de la agencia:
-
Los
pasajeros de las 10 de la noche con destino a Chimbote sirvan abordar el bus
por la puerta de número cinco…
Aviso que lo pone en alerta y avanza hacia el bus
interprovincial con su maletín de mano para ser depositado en la bodega del
vehículo, y luego subir en busca del número del asiento que indica su boleto, lo
ubica y se instala, no, sin antes de lanzar una mirada para estar al tanto del
que ocuparan las bellas adolescentes, logrando verlas que se encuentran a un par
de filas más adelante muy cerca de donde él, se encontraba.
Parten y recorren las calles de la capital cruzando
lentamente la ciudad, hasta llegar a la panamericana norte, donde emprende el
vehículo automotor el viaje a mayor velocidad, dejando las calles iluminadas
hasta entrar en la penumbra de la noche. Que iluminado es, de a ratos, por las
luces de los vehículos, que, a esa hora transitan también por esta vía.
El controlador del bus, abriéndose paso por el estrecho
pasadizo verifica los boletos de viaje de cada uno de los pasajeros y una vez
que todo está en orden se apagan las luces del salón del bus, es momento de
tratar de descansar, pues el viaje será bastante largo pero propicio para que Rudy
se ponga a idear la forma de entablar alguna conversación con ellas, no bien,
se presente la oportunidad para poder hacerlo.
Transcurre las primeras horas de viaje en una monotonía
oscura que solo es interrumpida, cuando se escucha el comentario de los
pasajeros que a lo lejos ven las luces de alguna iluminada urbe que se acercan
y pronto la cruzaran, algunos están a la expectativa por si se detenga el bus, para
adquirir alguna fruta o gaseosa que los vendedores ofrezcan.
Después de unas tres horas de constante ronronear del motor
del vehículo, Rudy, recuerda que en la ruta de viaje el bus hace una parada en
un restaurant de la carretera para que los pasajeros puedan bajar a beber algo,
ir al baño, o simplemente para estirar las piernas. Piensa el, que allí estará,
la oportunidad de poder intentar hacer un disimulado acercamiento hacia las adolescentes,
apenas el bus se detenga.
En medio de la oscuridad de la noche a lo lejos se divisa el
resplandor de las luces de una próxima ciudad, se pone en alerta pues cree que es
la indicada.
Después de algún corto recorrido más, efectivamente el bus se
aparta de la vía e ingresa a un canchón donde se detiene, el controlador
enciende las luces del salón y avisa que harán una parada de unos 20 minutos
allí, pide a los pasajeros que deseen bajar lo hagan sin ningún problema, esto,
es aprovechado por muchos de ellos para bajar, Rudy, es uno de los primeros en
hacerlo y se ubica en un lugar estratégico cerca a la puerta, suponiendo que
allí podría abordarlas, que, seguramente, también bajaran como los demás viajantes.
Se pone ansioso en la espera, transcurren algunos minutos y
ve con cierta tristeza que sus deseos no se cumplen, no bajaron las jovencitas
esta vez, algo desilusionado no le queda
más que volver a subir en busca de su asiento, no sin antes de dar una mirada
con disimulo como diciéndole: “porque no bajaron si las estaba esperando. Nenas…”.
Rudy, cambia de estrategia para llamar la atención de ellas
en el interior del bus, y hace preguntas
en voz alta cuando pasa junto a ellas, como el desconocer el lugar donde se encontraban.
Ellas lo ignoran una vez más y siguen durmiendo
aparentemente.
Entonces piensa que algo andaba mal para él, porque recuerda que siempre le decían en casa que cuando él
era aún bebe, su mama lo llevaba a escenificación de las obras teatrales que
con motivo de las fiestas de navidad se hacían, para representar al niño dios
pues su piel rosada y “bastante agraciado es el bebito”, que según le conto su
mama, lo hacían ser el elegido entre los demás infantes coronguinos. Se preguntaba
si estaba perdiendo esa gracia de “pintón” que le atribuían, que, estas niñas despistadas no se habían
fijado que viaja junto a ellas. Su
vanidad adocentil no funcionaba esta vez.
El piloto, que había saciado su voraz apetito de su
acostumbrada rutina nocturna en el restaurante del lugar, se posiciona en su
asiento de conductor, pregunta si todo está en orden para poder partir, y, cuando
obtiene una respuesta afirmativa por parte del copiloto, reinicia el viaje.
Rudy otra vez resignado por no lograr aun entablar un
acercamiento a ellas, cierra los ojos para tratar de dormir un poco porque sabe,
que no habrá otra parada más hasta ya, hasta llegar a Chimbote. El destino final
de esta primera etapa de su viaje de retorno hacia Corongo.
El cansancio que lleva por el tedioso viaje nocturno, rinde
las ansias de entablar amistad con las bellas compañeras de travesía,
quedándose dormido también el resto del recorrido.
Ha transcurrido ya varias horas y por una maniobra brusca del
bus, en un inesperado bache de la vía Rudy despierta y abre los ojos, viendo que
la noche va quedando atrás y las primeras luces del amanecer está llegando ya,
se pregunta si están cerca de Chimbote, respuesta que es resuelta cuando al
escuchar el comentario de los pasajeros y entre ellas la de las jovencitas que
también van preocupadas porque el viaje en el bus se está terminando por el fin
de la larga travesía hecha desde Lima, y al estar ya, acercándose a la estación del tren, todos los
viajeros se alistan para bajar en la rampa de estacionamiento que tienen los
buses que llegan, donde descargaran sus equipajes y tendrán que ir a comprar
los boletos de viaje con destino a Huallanca.
Se confunden en solidarias recomendaciones de los viajantes que se hacen
unos y otros para no descuidarse de nada, saben que esta ciudad es peligrosa,
más aun cuando se lleva equipaje variado, hay que trasladarlos desde el bus sin perder u olvidar nada cuando se haga los
trámites para depositados en el almacén de la estación, donde luego, serán
embarcados por el personal de la estación a el vagón de carga.
Deben de tener los ojos bien abiertos por la presencia de
gente de mal vivir confundidos entre los numerosos pasajeros que hacen “trámites”
también para “viajar”, en el tren, pero que al primer descuido se apoderaran de
lo que puedan.
Se sabe que muchos viajeros provincianos ancashinos, han sido
sorprendidos hábilmente por esto tipos de mal vivir, que, les entablan conversaciones
a los desprevenidos haciéndose pasar por conocidos, mientras que sus cómplices
se encargan de hurtarles algunas de sus pertenencias.
Llega el bus a la explanada de la estación en la av. José
Gálvez es momento de descender, Rudy, alista
su maletín de viaje, baja a la espera de que de que le entreguen su maleta al
pie del bus, cerca de la bodega. Piensa que puede ser la oportunidad, que tanto
ha esperado para entablar alguna conversación con ellas.
En la agencia de Lima, se percató que viajan con dos maletas
de regular tamaño y peso, además, de un maletín de viaje y piensa el que tendrá
que aprovechar esa oportunidad para ofrecerse caballerosamente a ayudarlas en
el traslado hacia la puerta de ingreso a la estación. Esa es la ocasión de
abordarlas, dice en su intimidad.
Las circunstancias del momento, se dan en la espera que el
ayudante del bus hace en identificar el equipaje de cada pasajero, ve que es
propicia la oportunidad para iniciar un dialogo pues las tiene al lado y dice:
-
Parece
que llegamos a tiempo no falta mucho para la partida del tren, ¿Viajan solas
señoritas?
Lo ignoran una vez más, pero insiste hasta que…
- ¿Por qué?...Pregunta
una de ellas, seria y mostrando cierto fastidio…
-
Ahhh,
pues es peligroso el lugar y tienen dos maletas que trasladar a la estación,
deben de tener cuidado…
Les dice.
-
¡Sí, sabemos cuidarnos no se te preocupes!… No
es la primera vez que lo hacemos siempre viajamos, le contesta con bastante seriedad.
Respuesta que no lo amilana y prosigue…
-
¿Y
hasta dónde van?
-
A
Yungaypampa le contesta…ya con un poco de complacencia una de ellas
-
¡Oh!
qué bien le dice, yo, también viajo hacia allá…Si Uds. quiere le ayudo con sus
maletas hasta la estación…
Entre ellas se miran, e, intimidan miradas y se dicen “aprovechemos
que haga el trabajo de trasladar las maletas, este, que en otras ocasiones
contratamos a algún estibador para hacerlo”...
-
Bueno
si deseas, pero creo que pesan mejor buscamos un cargador le dice una a la otra
- No, no
se preocupen yo lo llevo… Dijo rápidamente Rudy
Sin más preámbulo y en acto seguido, se puso a cargarlas, sin
importándole cuan pesadas las sintió al levantarlas, que lo hiso sonrojar por
el esfuerzo hecho, pero tenía que seguir adelante, para no perder la oportunidad que le dan ellas, de estar
ya, en un primer momento junto a ellas.
Llegaron hasta la oficina de embarque, busca un lugar para
ubicar las maletas que las sostenía, con mucha dificultad, pues las fuerzas lo estaban
abandonando, sintiendo, un gran alivio cuando llegaron y las puso en el piso
casi en forma brusca, uf, un poco más y
las suelto en el camino carajo que vergüenza si ello hubiese sucedido, se dijo
en silencio
-
Tenemos
que comprar los boletos ahora,…Y se preguntan ellas ¿Vas tú o yo?
Interviene rápidamente él, después de aspirar algunas
bocanadas de aire disimuladamente para recuperar del esfuerzo hecho, les sugiriere
que, él, se encargaría de comprarles los boletos para el viaje, en tanto les
pide que es mejor que ellas se queden en el lugar que se encontraban cuidando las
maletas, entre la gente apurada que iba y venían…
Le responde una de ellas:
-
Creo, que ya nos ayudaste bastante por lo que
quedamos muy agradecidas pero…
-
¡No,
no, se preocupen!...somos de la misma zona y estoy para ayudarlas.
Y lanza el primer dardo de pulseo halagador y les dice:
-
¡Son muy bellas Uds.!... creo que necesitan de
un caballero que las acompañe y cuide. Y prosigue:
-
A todo esto no me he presentado, me llamo Rudy
¿Uds.?
-
Ha
verdad no, algo complacientes, ya, soy Antonella y mi hermana es Paola…
-
¿Ahhh…y
hasta dónde van?
-
A
La Pampa le contestan…
-
¡¿La
Pampa?!.. sorprendido
-
¡Si!...
a La Pampa en Corongo…
Rudy, más que sorprendido por la respuesta rápidamente las
relaciones a sus recuerdos que trae a su memoria, cuando veía que las pampinas
son muy bellas, pues, él siempre iba a La Pampa llevando los porongos de leche
que producían las vacas en los alfalfares de su papa, en el balneario termal de
Pacatqui, para su venta y siempre paraba admirando la belleza de las muchachas pampinas.
-
¿Son
de allí?
-
No,
no somos de allí…
-
¿Entonces?
-
Es que ahí trabaja mi padre, que es profesor
vamos a visitarlo antes que empiecen las clases del colegio. Somos de Siguas y allí residimos y estudiamos
también…
-
Oh
que bien, pues yo viajo a Corongo. También vuelvo para el colegio, entonces
creo que nos podemos acompañar…
-
Hummm..
creo que si contesta Paola
-
Hay
que adquirir los pasajes…Yo me encargo de eso dice Rudy, como probando también que si ya confiaban en
el…
-
Creo
que sí. Contesta Paola.
Antonella, abre su cartera y le entrega un billete para la
compra de sus pasajes, pidiéndole, que adquiera para viajar en el vagón de primera
clase, es decir en el vagón de turistas.
Terminada de recibir la indicación hecha por ellas, se preocupa
un poco él, nunca había viajado en ese vagón de turistas, siempre lo hacía en el
de segunda, no tiene otra salida más, que adquirir una en primera clase para él
también, no importa cuánto le cueste el viajar junto a ellas, pero lo tendrá
que hacer, para que no sé acaben las ilusiones hechas desde la noche anterior,
por ellas.
Se acerca a la ventanilla de venta de pasajes de viaje, pide
tres boletos con los números de asientos seguidos, ve, que el precio que tiene
que cancelar por boleto triplica el, que, normalmente adquiría para el vagón de segunda,
paga y retorna en busca de ellas para con los boletos en mano se puedan depositar
las maletas en el almacén del vagón de carga, trámite que realizan
apresuradamente, pues queda muy poco tiempo para las 7.45 am. hora de partida
del tren, que ya, está siendo abordado por los pasajeros en la rampa de
embarque de la estación.
Despreocupado hasta ese instante, tratando de mostrarse
siempre lo más servicial posible con ellas, esperaba ingresar al vagón, cuando de
un momento a otro el embelesado Rudy, recuerda que se estaba olvidando del
encargo, que le había hecho su madre para cuando este en Chimbote al regreso de
Lima, tenía que comprar un par de pescados secos, que con repetidas
recomendaciones le encargo no olvidar.
-
Traes
un par de pescados secos, para preparar el guiso que tanto le gusta a tu padre comer,
con las yucas de Pacatqui, le dijo su madre.
Palabras que repentinamente las recuerda como si tuviese a
allí, haciéndole cambiar la fisonomía de la cara que hasta ese instante por
enamorado, había olvidado: “tengo que correr al mercado que está al frente de
la estación piensa rápidamente, huy, me queda poco tiempo, pero tengo que
hacerlo, antes que el tren parta”. Se dice.
Antonella, que se había dado cuenta del repentino cambio de
actitud de Rudy, le pregunta si le pasaba algo que le preocupa a que le responde el, que no, no, es nada grave
y les pide que aborden el vagón en que viajaran comentándole algo sonrojado que
se acababa de acordarse de un encargo:
-
¡Tengo
que ir al mercado que está al frente! en su busca de… les dice
-
¡Pero
si ya va a partir el tren!...dice Antonella…¡y ya no hay…!
Rudy, se abría paso ya entre la gente, actitud que sorprende
a ellas que, le llegan a decir casi gritando que no queda mucho tiempo para la
partida, recomendación que apenas escucha porque salía ya raudamente en busca
del pedido de su madre.
En el gran reloj del área de embarque de la estación marca las 7:30 am, Rudy sabe que
el tren parte a las 7:45 en punto y los primeros toques del sonoro pito de la
locomotora da como advertencia a los pasajeros a estar listo para partir, y,
esto lo pone más nervioso aun de lo que
estaba cuando los escucha y apura el paso hacia la calle de la estación, en
busca del mercado modelo chimbotano, pero antes de llegar hasta allí, tiene que
cruzar la transitada avenida José Gálvez, teniendo que sortear a los vehículos
que a esa hora de la mañana congestionan esta vía. Ingresa raudamente en busca
del puesto de venta de pescados secos y a la primera que encuentra, solicita,
que le vendan dos piezas de caballa, pide también que lo empaqueten porque será
llevado a la sierra, le dice.
Por la premura que muestra en su actitud Rudy, la vendedora
lo embala apresuradamente con papel de bolsa de azúcar, se lo entrega y sale el
a toda prisa en busca del ingreso a la estación, logrando entrar con el
requerido encargo de su madre a la rampa de embarque, que alcanzaba con
bastante dificultad por la cantidad de pasajeros retrasados que pugnan por
abordar el tren, también.
Ubica la entrada del vagón de primera clase y con el paquete
en la mano ingresa en busca de “sus” chicas, observando, que ya se encontraba
instaladas cómodamente en sus asientos, el, siente los primeros tirones que el
vagón hace, cuando el tren comienza a ponerse en marcha acompañado con los
característicos y sonoros toques de pito de la locomotora a vapor, como aviso
que está partiendo y de despedida también, de todos los que se quedan en la
estación, muchos de ellos, con las manos levantadas hacen también el adiós a
los familiares que allí van, los
viajeros responden también del mismo modo por las ventanillas de la larga fila
de coches de pasajeros que se van alejando.
Rudy, todavía agitado por el esfuerzo físico hecho, trata de tranquilizarse
un poco, tambaleándose por los tirones que se sienten en el rodar inicial del
tren y de los pequeños traqueteos de los golpes metálicos de las ruedas del
vagón que se comienzan a escuchar, allí abajo, acomoda el paquete de pescados
secos en la canastilla de equipajes cerca de ellos, colocándolo, en un ajustado
espacio que ve entre los maletines de
mano de los pasajeros instalados, ya, muchos de ellos turistas e ingenieros y
técnicos que viajaban seguro a cumplir sus funciones laborales en la
hidroeléctrica del Cañón del pato, en Huallanca.
Tranquilizado, por haber acomodado el paquete misterioso para
los demás, se instala en el asiento numerado de su boleto de viaje, al otro lado
del vagón, pero a la misma altura de las bellas adolescentes.
Observa que este vagón, está lleno de pasajeros al parecer
más de turistas extranjeros, gringos de pelos rubios y de elegantes
vestimentas, que seguramente van a conocer la “suiza peruana”, como se le
conoce al hermoso Callejón de Huaylas ancashino.
Las conversaciones en el idioma ingles de la pareja que están
en el asiento posterior, despierta su atención pero por la fluidez con que se
comunican no logra entender la plática de los extranjeros, salvo algunas
palabras básicas que aprendió en el curso del colegio que dicta la joven y
bella profesora Lucha Ángeles, yungaina ella, a la que los alumnos coronguinos la
llamaban cariñosamente “chuby” como recuerdo a ella, por su pronunciación del
verbo inglés “to be” en clases, y de quien también, andaba enamorado de su
belleza en profundo secreto, el.
Rudy, se acomoda en el asiento pullman sintiendo inmediatamente
la suavidad y confort que este ofrece, a sus posaderas, pero sin dejar de observar a las señoritas,
piensa que al estar allí cerca de ellas hace que el lujo de este vagón pase inadvertido
para él, y, que el costo de lo pagado por ello no interese más.
Chimbote, primer puesto pesquero del mundo, caracterizado por
el intenso olor a pescado en el ambiente que se respira, traído por las
corrientes de aire desde las fábricas pesqueras que allí se asientan, como
principal actividad económica es la ciudad de mayor migración poblacional
andina y de prosperidad comercial de la región ancashina, va quedando atrás.
El rodar de las ruedas del vagón origina un ruido
característico en el que se balancea,
como, en una coreografía y rítmica escena en cada paso por los pequeños
desniveles o curvas que avanzan en su recorrido, por las diferentes zonas de la
ciudad y que los potentes avisos de su presencia emitidos por el violento
cambio de presiones de vapor, que el maquinista deja escapar en la bulliciosa
sirena, accionando sus mecanismos al tirar de una cuerda desde la marquesina de
la locomotora, le dan aviso de su presencia a estos nuevos lugares del
recorrido que lentamente llegan y que,
también dejan.
Prontamente van entrando las campiñas del valle que riega el
caudaloso rio Santa cual manto verde de sus sembríos de algodón se comienzan a
observar desde la marcha del tren, y que parecen interminables en longitud y que
a lo lejos en el horizonte se puede
observar en esta mañana a un pequeño avión volar a baja por altura encima de
las inmensas plantaciones, que las bellas jovencitas miran con curiosidad
preguntándose qué es lo que hace esa aeronave en vuelos rasantes, Rudy que había
estado en silencio pero atento ve que es la oportunidad de intervenir, se
acerca al asiento de ellas y les comenta que el pequeño avión estaba fumigando
las plantas de algodón para prevenir las plagas dañinas, que las afectan en su
desarrollo.
La hermosa mañana de viaje comienza a mostrar su esplendor
con un sol radiante naciente en el cielo despejado del horizonte, a lo lejos, entre
los inmensos sembríos verdes se pueden observar pequeños poblados asentados
ahí, cruzados por un gran canal de agua que la traslada desde del caudaloso rio
Santa sus torrentes, para irrigar las inmensas plantaciones de algodón en
crecimiento, cuyos surcos son abiertos por tractores agrícolas que con dos
gigantescas ruedas que se distinguen allá en la lejanía en lento rodar, seguramente desyerbando las
plantas en crecimiento.
Disfrutando del viaje atento con las adolescentes, esbozando
sonrisas de complacencias, ve, que por la puerta delantera ingresa una señorita
de uniforme azul oscuro empujando un pequeño coche, ofreciendo vasos de desayuno
y pequeñas piezas de pan hechos sándwiches con algún guiso preparado a los
pasajeros, en cada uno de los asientos sirviéndoles sus pedidos en el tablero
que está incorporado entre los asientos del vagón, que acondiciona y sirve como
mesita para estos casos. Rudy algo preocupado por los costos que le ocasionaran
estos servicios se prepara a rechazarlo, pero también piensa en que si ellas
toman el servicio tendrá que tomarlo también el, para no quedar mal. No sabe
que esta atención está incluido en el pasaje de primera clase.
Después de haber “disfrutado” el desayuno servido, Rudy insatisfecho por ello
espera con ansias llegar a la estación de Tablones, donde el tren hace una
parada y los vendedores a ofrecen sus
productos por las ventanillas de los coches sus productos culinarios, como las
riquísimas papas rellenas despachados en papel manteca o la causa de pescado
envuelto y sancochados en hojas de plátano delicias que se disfruta con la mano
sin cubiertos y que nunca deja de saborear en sus viajes. No sabe el, que estos
preparados culinarios solo son ofrecidos en los vagones de segunda y tercera
clase del tren.
De rato en rato se levanta de su asiento y se acerca a ellas
para comentar a las adolescentes las ocurrencias del trayecto como guía de
turismo, comentando indicando los lugares que están pasando o el que están por
llegar. Este viaje será inolvidable para él si logra como lo tiene pensado en su
intimidad, conquistar a una de las adolescentes y está dispuesto en lograrlo de
alguna manera.
El tren avanza raudamente en constante marcha, echando humos
negros de a ratos, seguramente por los mayores fuegos que la maquina a vapor
necesita en el hogar de la caldera, para procesar las ingentes cantidades de
aguas que sus niveles presiones necesitan para ser convertidos en caballos de
vapor y superara así las gradientes en ascenso que la tendida vía férrea
encuentra junto al cauce del rio Santa. Que en las épocas del verano costeño,
estas bajan en caudalosos niveles de aguas caídas desde las alturas de las
bases de los nevados del callejón de Huaylas.
En el vagón de lujo hace su ingreso por la puerta delantera
el inspector-controlador de viaje, comúnmente conocido como brequero, un fornido
personaje de uniforme plomo oscuro y quepí de ferroviario desalineado por el
uso diario, verificando los boletos de los viajeros y que todo también esté en
orden en el vagón de lujo. Consulta a los viajeros a medida que avanza por el
pasadizo, si algún pasajero tiene alguna observación o reclamo que hacer
referente a la comodidad del viaje, cuando de pronto se levanta el señor del
asiento que comparte con Rudy y le pide que verifique en la canastilla de
equipaje, diciéndole que hay un paquete con un olor muy fuerte, colocado entre sus
bolsos que lo está incomodando y señala
e indica su ubicación. Rudy que se había olvidado del paquete de pescados secos
totalmente, se pone en alerta algo
nervioso, el inspector estira las manos
y jala el paquete con algo de fuerza porque estaba aprisionado, rompiendo la
envoltura del mismo y ve con asombro que contenía dos piezas de pescado seco y
exclama con molestia
-
¿Se
puede saber de quién es esto?
Rudy el blanquiñoso jovencito conquistador, se había puesto rojo
de vergüenza. Quería desaparecer en ese instante, los pasajeros que se encuentran
a su alrededor se escandalizan también y el titubeando logra emitir algunas
palabras
-
Son…
son mío señor
-
¿Oiga
jovencito con quien viaja Ud.?
-
Este,
solo señor….
-
Dígame
Ud. ¿no sabe acaso que en este vagón no puede llevar paquetes que contengan
piezas perecibles?
Luego mudo y sin palabras que pronunciar solo atina a mirar
el horizonte perdido, como perdido se encuentra el en esos difíciles momentos
que a veces llegan.
Antonella y Paola alertadas por el escándalo suscitado,
observaban en silencio el incidente, algo sorprendidas también, porque no tuvieron
la oportunidad de saber que llevaba Rudy, aunque también él seguramente no se
los hubiese dicho tampoco, ya que no lo hubiese resultado el saberse la verdad
de su compra, ni puesto en una buena posición de conquistador de ocasión allí,
donde ya había ganado algunos pasos adelante, para ellas.
El servicial y locuaz adolescente hasta, hacia poco, titubeaba
ahora cada palabra por querer justificar el error cometido. Para él, la
vergüenza que sentía el ser increpado delante de ellas por el fornido inspector
era mayúsculo, que no atinaba a pronunciar palabra alguna en esos instantes.
El inspector le dice
-
Saque
los pescados de la canastilla, que voy en busca de una bolsa para embalarlo y
lo llevare a el vagón de carga en la estación de Tablones..
-
¿Hasta
dónde va?
Rudy rojo como un tomate logra pronunciar con voz temblorosa
y apenas audible solo para que él lo escuche, le dice
-
A
Yungaypampa señor…
-
Bien
allá me buscas para entregártelo
El placentero y feliz viaje de regreso de vacaciones de Rudy,
ha sido alterado. Totalmente desanimado y desmoralizado queda en silencio en su
asiento con la mirada pérdida en el caudaloso rio Santa que entre áridas
montañas baja lamiéndoles las bases rocosas de sus cimientos.
No tiene el valor de dar una ojeada hacia donde se encuentran
ellas, trata de hilvanar algunos
pensamientos como queriendo retroceder el tiempo para comenzar de nuevo, pero
distinto a lo que, hoy, ya hizo.
Llegan a la estación de Tablones, por la ventana observa el
ajetreo que se forma allí abajo al pie del tren por los bulliciosos vendedores
que con su productos culinarios en la mano, los ofrecen a los pasajeros, Rudy,
no se anima a comprar nada, ha perdido el apetito por tremenda vergüenza pasada,
se pregunta porque no parte el tren, ya, la parada le parece interminable, hasta
que pasado unos largos minutos para él, por fin escucha con cierta inquietud
los toques de pito de la locomotora, como aviso a que va a empezar la marcha
otra vez ya.
El lento recorrido rio arriba del ferrocarril se ha vuelto
monótono, las montañas se estrechan en el cauce del rio, la locomotora va
dejando su estela de humo negro en cada bocanada que expulsa en intervalos
constantes por la potencia requerida por la máquina para poder superar la
gradiente en ascenso de la vía férrea, pues, están entrando ya a las bases de
las montañas de la serranía ancashina y que con inmensas quebradas secas que
bajan de las alturas de la cadena montañosa de los andes estas terminan siempre
su desembocadura en el rio Santa.
Este paisaje que le es familiar para él, no le devuelve aun
la tranquilidad para olvidar el episodio vivido. Quiere que el tiempo de viaje
pase rápidamente y llegar rápidamente también a la estación de Yungaypampa, la
pintoresca y cálida estación de techos de calamina y casas de adobe, que sirve
de parada momentánea a los viajeros que llegan desde Pomabamba Sihuas o Corongo,
para tomar el tren con destino a la costa o los que llegan de la misma para
dirigirse a ellas, en ómnibus multicolores construidos especialmente para trepar
las estrechas carreteras de tierras afirmadas en las partes bajas y fangosas en
las alturas conquistadas que diariamente recorren sorteando los peligros que en
caga curva asechan a los rudos conductores ancashinos y llevando también las
mercancías que son el sustento económico de estos pueblos. Espera descender del
tren apenas se detenga en ella, e, ir en busca del ómnibus para Corongo y
olvidar todo lo sucedido.
Han llegado a Yungaypampa, baja rápidamente para ir en busca
del inspector para pedirle el paquete con los pescados que le había incautado y
luego tendrá que pedirle a su tío Abacho chofer del ómnibus del “Heraldo de los
Andes” coronguino, que lo suba a la canastilla del techo del mismo donde viajan
las maletas y equipajes de los pasajeros, también piensa pedirle a Anselmo
ayudante del vehículo de pasajeros, que es su amigo, lo deje viajar con él en el
techo, porque Antonella y Paola viajaran también en el mismo ómnibus hasta la
Pampa. Recuerda que no es la primera vez que lo haga así pues ya había viajado
de Corongo a Yungaypampa en otras oportunidades.
Es costumbre por estas rutas ancashinas, que los más
allegados a la empresas de transportes, viajen si así lo deseen en la
canastilla de equipajes en el techo del vehículo, para ir disfrutando del aire
fresco de la rutas en ascenso que con las brisas chocando en las mejillas del
rostro y alguna charla amena con algún acompañante, se sienta la inmensa libertad
de disfrutar de los paisajes alto andinos de las montañas, como si fuesen aves
en planeo al aire libre, y si, el día es de sol radiante y él es cielo límpido
de un azul eterno, se verán hasta el tenue resplandor de algunas estrellas, en
el horizonte.
El reloj de la estación marca las 12.30 del día todos los que
viajaran con destino a Corongo están instalados, ya, Rudy trepa por la
escalerilla en la parte posterior hacia la canastilla de equipajes del techo y
busca un lugar para acomodarse entre ellos, espacio que ocupara y del cual no
se moverá hasta después que hayan pasado por la Pampa, destino de las
adolescentes, que seguramente las observara con tristeza desde allí arriba
escondido, con disimulo, cuando desciendan ellas, seguro con la coquetería
juvenil desparramándolas por sus bellezas
que él quiso ganarse para sí y no pudo, y sea
esta, el último momento de verlas. Tal vez para siempre.
Y así fue, ya con el ómnibus alejándose del distrito de la
Pampa pronto dejara las zonas templadas de
la ruta coronguina para luego cruzar el puente del rio Rupaj, que desciende
desde los nevados cuzquinos y sus aguas
las entrega rio abajo al rio Santa, en la estación del Chorro, seguirá trepando
lentamente por la Culebrilla trecho de rocas pétreas y en su lento asenso
encontrara a Colcabamba, Aticara y en las ultimas curvas de ida y vuelta de los zigzag asomara al Mirador,
entonces sentirá ya el aire fresco, frio y alcanforado de su querido Corongo,
que le servirá de refugio para olvidar los malos recuerdos de su joven
vivencia.
La adolescencia es bella y se vive intensamente en cada
momento que nos da la vida, pero también nos puede jugar algunas pasadas que
servirán de experiencia para el futuro, que seguramente nunca se podrá olvidar
y que volverán a la memoria como un
episodio imborrable, que hoy, más de
media centuria de años después Rudy aún recuerda con cariño, esa experiencia
vivida.
*Ing. Rumaldo Olivera Garay “Rudy”. Con el autor de la
historia contada.
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