Mi remembranza para ti Pepe Garay...

La primera vez que vi a Pepe Garay fue en Lima en los primeros años de los 60, había viajado con mi padre a esta ciudad y enterado de la estancia por estos lares de él, y seguramente también del pronto retorno a Corongo, Abad Gonzales y Pepe Garay llegaron a la casa donde nos alojábamos en Magdalena del Mar, en un vehículo pequeño como una Land Rover de la época, a dejar un encargo o encomienda para su hermano Oriol Gonzales en Corongo.

Seguramente pregunte quienes eran esos jóvenes a mi Papá pues no recordaba a verlos visto en Corongo y él me pormenorizó esa impronta visita hecha por ellos.

Vueltos a Corongo a los pocos años más también se fue a radicar allá Pepe Garay lo mismo que Abad Gonzales quien se encargó de la conducción del "Heraldo de los Andes", en sus primeros años de servicio de transporte coronguino de pasajeros.

Poco tiempo después cambiaron la ruta de viajes hacia Pomabamba desde Yungaypampa, la nueva ruta en construcción y seguramente más rentable para la empresa, allí trabajo Pepe Garay como cobrador algún tiempo.

Recuerdo una anécdota vivida con él en alguna oportunidad que baje a Yungaypampa con un encargo de mi padre para el, en la “Flor de Corongo” de Beto Manrique y en la vuelta hacia Corongo me vine en el “Heraldo de los Andes” que se iba hacia Palo Seco antes de Pomabamba con una treintena de pasajeros, nosotros en esos tiempos viajábamos cómodos en el techo del ómnibus.

La salida de Yungaypampa de esa ruta era apenas el tren dejaba los pasajeros a eso de las once o doce del día, mientras que para Corongo se salía a la una a dos de la tarde, entonces Pepe Garay me dice vámonos she en el ómnibus y te dejamos en Tres Cruces y de allí bajas a La Pampa, esperas a Beto Manrique a que pase y te vas a Corongo, te aseguro que vas a tener tiempo suficiente para esperarlo.

Acepte la propuesta y me monte en el ómnibus con destino a Pomabamba. Llegamos a Tres Cruces y me dejaron a la altura de un camino de herradura que bajaba para La Pampa y empecé a andar por esa vía estrecha e inclinada hacia abajo. Al poco tiempo comencé a sentir el calor del medio día de una zona cálida y lleno de vegetación seca de los áridos terrales y después de caminar un buen trecho me comenzó a invadir un poco de temor, por hacer esa improvisada aventura, que trataba de superar también dada la fortaleza de mi adolescencia, acostumbrado a andar por los silencios de los parajes andinos siempre y es así que me fui ayudando a superarlo, pero con las diferencias bien marcadas de las húmedas punas nuestras a estos territorios secos, áridos, feos con vegetación ponzoñosa, además de bichos venenosos escondidos en algún recodo o en el ramal caído que cruzaba el improvisado camino, me aterraban un poco, además de también superar la sed por un poco de agua fresca dulce que no la hallas por ahí, porque no son parte de estos áridos parajes, aunque si de aguas saladas abundantes como maldecidas por algún maligno Dios, para no ser tomado nunca por algún ser vivo alguno.

Al cabo de un cansado recorrido hecho llegué a encontrar la carretera de entrada a La Pampa y pude respirar con alivio el saberme que me encontraba allí, tal como me habían dejado arriba en Tres Cruces, sano y salvo que ahora miraba el trazo carretero que deje, como una huella borrosa en las faldas de las montañas andinas que sostiene al Champara.

Llegué a La Pampa, entre dos o tres de la tarde y efectivamente tuve que esperar sentado allí al pie de la carretera encima de una piedra blanca grande, de las que abundan por ahí un buen tiempo comiendo limas y pacayes para hacer menos tediosa el tiempo de espera.

Don Beto Manrique y su “Flor de Corongo” llego, lento, pero seguro como siempre lo hacia y me subí para ascender a Corongo con el.

Hoy que has partido para siempre, brindo este recuerdo como un homenaje póstumo a tu memoria.
Hasta siempre Pepe Garay.




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