¿Se puede sentir más dolor en los actuales momentos de vida de la que se siente, día a día, casi, constantemente?
Hoy vuelve a llegar otra noticia
fatal de algún conocido nuestro que acaba de fallecer arrebatado de la vida, en,
una interminable cadena mortal uno tras otro, casi todos los días, casi todas
las semanas, casi todo el año que no se detiene ya, en ella.
Había hecho referencia las
circunstancias en que conocí acá en Lima, a Abad Gonzales, cuando en alguna vez
de mi niñez me trajo mi padre a conocer la capital, junto a él.
Hace una semana lo recordé con la
partida de Pepe Garay.
Conté las circunstancias de la
visita que recordaba, le hicieron a mi padre una tarde antes de anochecer para
entregarle un encargo a ser llevado a Corongo, para su hermano Oriol, muy amigo,
de mi padre.
No me imagine nunca que, en poco
tiempo, casi de una semana y media, más, tenga que agregar a él, en una
narración de recuerdos que tengo guardados en mi intimidad de gente que conocí
y me relacione en las circunstancias que la vida, nos da en los tiempos fijados
por ella.
Corría el primer tercio de los
años sesentas, recuerdo, que la familia de Oriol Gonzales y mi padre Francisco
Nieves eran muy amigos, incluyéndonos los hijos de ellos, tan es así que hasta
ahora conservamos esa amistad con Antonio, al que cariñosamente recuerdo yo
como Antuco, con Manuel al que también, cariñosamente lo trato de Mañuco
Gonzales Montes.
Recuerdo que a veces en algún día
festivo, seguramente, ellos llegaban a la casa a disfrutar de un almuerzo que
mi madre había preparado, principalmente, picantes de cuyes y en otras
oportunidades disfrutábamos, las preparadas, por, la Sra. Cira Montes la esposa
de don Oriol.
Recuerdo en alguna oportunidad
haberlos escuchado hacer sus charlas amenas después del almuerzo, en una buena
costumbre de aquellos tiempos, para asentar seguramente la comida, no bebían
licor, disfrutaban de esas visitas, siempre en abstinencia.
Entre esos recuerdos guardo
siempre uno en especial, cuando para mí, alardeaban en adquirir un ómnibus de
pasajeros, para formar una empresa de transportes coronguinos.
Paso el tiempo y lo hicieron
realidad en el año 1,965 llego un moderno ómnibus verde anaranjado, con
asientos “pulman” de 30 pasajeros, manejado y traído desde Lima por Abad
Gonzales y en el frente arriba decía “El heraldo de los Andes”.
Entro en operaciones, en viajes
de pasajeros diarios de Corongo a Yungaypampa, unos meses antes de la fiesta de
junio del 65.
Yo en ese año estuve estudiando
en el colegio Dos de Mayo de Caraz, no vi el acontecimiento familiar, por esa
adquisición y puesta en trabajo de esa novedad coronguina.
Llego la fiesta de junio y por
las cartas que me escribía mi madre, todo, iba muy bien en esos servicios, mi
padre era el cobrador por aquellos tiempos en que estaba a cargo de ello, por
circunstancias no laborales en el poder judicial, de él.
Unos días después de la fiesta
llegan a mis oídos en el internado del Dos de Mayo, diciéndome que en Corongo
había sucedido un grave accidente en la Culebrilla pero que no tenían datos
específicos, de ello.
Yo que sabía de lo peligroso que
es el pase de la carretera por la Culebrilla y por qué no me fue bien en mis
evaluaciones del colegio, hacia el primer año de secundaria a la edad de 13
años +/- en un internado, aproveché de esa noticia y me escapé de allí, salí a
la carretera caracina hacia Huallanca, en busca de alguna movilidad que me lleve
a ella.
Una decisión no tan cuerda creo yo,
hoy.
Era un poco más después del
mediodía y por lo general a esa hora ya no había en esos tiempos vehículos de
pasajeros, con esa dirección, pues solo eran en la mañana, cuando pasaba el
“Expreso Turismo” venido desde Huaraz hacia Huallanca a dejar y recoger
pasajeros y turistas hacia el Callejón de Huaylas, en su vuelta después del
mediodía.
Ese día, tuve, la suerte de que
pasara una camioneta de las oficinas del ministerio de agricultura en Corongo,
creo que se denominaba CIPA, cuyos integrantes me reconocieron y me subieron a
su vehículo, como un gesto de solidaridad seguramente porque ellos, que si
sabían los detalles del accidente sufrido por Abad Gonzales y que mi padre
también estaba involucrado.
Recuerdo haber llegado a La Pampa,
ya, al atardecer y desde allí miraba la carretera de la Culebrilla y trataba de
“ver” si podía, a aquel … “vehículo nuevo estrellado contra la peña”. Si, esa
era la descripción que escuchaba, para narrar el accidente carretero, del
momento.
Pasamos por el lugar descrito,
este, era poco antes del fatal accidente del “Negro” Campos unos años, atrás,
donde fallecieron todos los pasajeros si mal no recuerdo, era antes de bajar
esa inclinada y peligrosa parte de la carretera con dirección a los baños
termales de Pacatqui.
Allí, con mirar los bordes
verticales que caen al rio Rupaj de unos cientos de metros, ya es aterrorizante,
imagínense un accidente. Nadie lo contaría.
El relato del suceso que yo
escuche en casa, por boca de mi padre, que estuvo presente, fue:
- Bajábamos de Corongo lleno de pasajeros,
que volvían de terminada la fiesta de junio, como siempre lo hacíamos con Abad
al volante, y la tranquilidad de su manejo y control del Heraldo, cuando al
acercarnos antes de iniciar la inclinada bajada donde se accidento el “Negro”
Campos, yo, iba parado en la escalinata de subida al salón del ómnibus
charlando con él, de las ocurrencias del viaje, cuando, de pronto lo veo en
movimientos agitados con algo de nerviosismo a Abad, y, le escucho decirme:
- ¡Agárrate Panchito! ¡Agárrate bien! ¡Me he quedado sin aire en los frenos! ¡Agárrate!...
Y de un violento giro a la izquierda, veo,
que lo comienza a rosar contra la
peña al Heraldo, por la parte delantera, por el brusco movimiento originado yo
me fui contra el parabrisas del bus y estrellé mis manos contra ella, que se
rompió y me hice algunas heridas cortantes, para suerte nuestra, logro su
cometido, se detuvo el Heraldo, ante el horrorizado griterío de la treintena de
pasajeros, que, bajábamos de Corongo.
Al final Abad, cuenta, que se
percató en el manómetro de presión del tanque de aire de los frenos que esta
indicaba poca presión en el tanque, y desesperado en ver que se acercaba la
inclinada bajada del accidente del Negro Campos no le quedó otra opción de
emergencia de hacer lo que hizo. Sino no lo hubieran contado.
Hoy que has partido a la eternidad Abad Gonzales Garay, vayan para ti, mis mejores recuerdos que guardo en mi intimidad siempre.
Fuiste el ultimo conductor vivo de esa generación de intrépidos choferes ruteros de trocha a Corongo, Sihuas y Pomabamba, de esa parte nor-oriental de nuestro departamento ancashino, de la gloriosa época del ferrocarril del Santa.
Descansa en Paz Abad Gonzales Garay!!!
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