Había transcurrido varias horas de guardia, asignada, al pelotón de la SOES, de la Comisaria de Alcázar del Rímac en un Operativo de Bloqueo y Saturación en la entrada de la Av. 9 de octubre hacia la Plaza de Acho en control de vehículos de lunas polarizadas tareas asignadas con frecuencia por aquel entonces al personal policial, cuando al promediar la seis de la tarde sin mayores novedades resaltantes que informar a la superioridad de esa labor de aquel día y según él, esperaba que esta acabase en tranquilidad.
De un momento a otro ve asomarse por la avenida que
baja del límite con el distrito de San Juan de Lurigancho a un automóvil grande,
de oscuras lunas polarizadas de esos que son usadas principalmente por gentes
de un alto nivel económico, que lo alerta y silbato en boca, el Sargento 2do.
de guardia allí hace un enérgico uso de ella y ordena detenerse con la mano, al
movilizado, apoyado en la retaguardia de él por su Brigadier Superior al
mando, bien apertrechado con el armamento apropiado en las manos y muy en
alerta, pues eran los tiempos difíciles y violentos de terrorismo de los años
1,989. Años también del pleno desarrollo de la lucha antisubversiva de aquellos
tiempos a cargo de nuestras fuerzas armadas y policiales, cuando un violento
frenado algo aparatoso, detiene al vehículo y se acerca, él con las
debidas precauciones policiales defensivas en ese tipo de intervenciones,
viendo a medida de que se aproximaba al automóvil bajarse lentamente la luna
polarizada del lado del chofer, no totalmente, a una media altura nada más,
como, para dejarse ver algo de la cara del que maneja logrando reconocer de
improvisto a una conocida figura al
volante cuyo conductor que sin antes de haber terminado el saludo de cortesía
por parte de él, escucha, un enérgico reclamo decirle:
-
¡Acaso no sabe Ud.! ¡Quién soy yo!
El, que por su preparación de
control y vigilancia en estos casos de situaciones y a la vez que escuchaba ese
fuerte reclamo de parte del que conducía el vehículo, echaba también una ojeada veloz al
interior para no encontrar alguna desagradable sorpresa y antes
de seguir indagando...
Volvió escuchar otro airado
reclamo:
-
¡¿Qué operativo esta usted haciendo y a cargo de quien está?!
Una vez que lo identificó
plenamente el interventor policial y antes de que siga atarantándolo le
responde:
-
¡Soy el Sargento 2do. Ladislao Marreros Aranda
perteneciente a la SOES de la Comisaria de Alcázar del Rímac señor! ¡Y estoy en
un operativo de control y saturación en busca de armamentos y municiones que se
puedan transportar en forma ilegal, por esta zona señor!
-
¡Oiga Ud.!
-
¡Alcánceme su carnet de identidad!
¡Diantres!...
¡Era el Presidente Alan García! Acompañada
de su esposa la Sra. Pilar Nores, la que miraba los sucesos en silencio los
arranques de egocentrismo de su marido.
El interventor policial la saludo con
amabilidad.
¡Buenas tardes señora!
No perdió el control por la
situación improvista que vivía en esos instantes el indefenso Sargento, ahora que parecían salirse de control para él, si no mantenía la serenidad debida, en
tales circunstancias.
Pues la entrega de su carnet
requerido por el Presidente Alan García, pensó le podía significar un castigo que
le quería imponer Alan, por haber interrumpido su desplazamiento, en algún alejado y
alto lugar del Perú, lo que presentía, este no está conforme con que le hayan
interrumpido abruptamente en su libertad de tránsito, se decía para sus adentros,
por donde le dé la gana, al que estaba acostumbrado, él, sin liebre de
tránsito, ni aparente seguridad oficial, que lo acompañe.
El Sargento en una inteligente salida de su
seguridad, por conservar su destacamento asignado, acá en la capital le
contesta:
-
Con todo el respeto que se merece Ud. Mi Presidente:
-
¡No porto documento alguno por seguridad!
-
¡Ordenado por mi Comando, señor!
A lo que después de segundos de
esa respuesta escucha con alivio a la Sra. Nores decirle a su marido:
-
Vamos ya, déjalo…
Alan García, seguramente ya satisfecho
en su ego, sube la luna polarizada de la ventanilla lentamente y pisa el
acelerador del motor del vehículo, haciéndolo rugir violentamente y partir raudamente,
hacia el puente de Acho que da hacia la Av. Abancay, seguramente con dirección
a Palacio de Gobierno.
No bien partió, llegaba retrasado
su seguridad motorizada en busca del Presidente veloz que se les escapaba y que
los habían perdido seguramente jugando con ellos al gato y al ratón, que era su
costumbre hacerlo de vez en cuando, según comentaban en predios policiales
siempre.
Recuperado el Sargento 2do de tal
acontecimiento, voltea en busca de su Brigadier Superior y lo encuentra
paralizado de preocupación, por el trance acontecido allí ante sus propios
ojos, pues había sido testigo de un buen control de circunstancia imprevistas
en la serenidad exhibida por el Sargento en ese operativo, que no lo podía
creer.
El Sargento presentó su
informe de la ocurrencia al Alférez a cargo del pelotón y este ordeno volver a
la Comisaria de Alcázar para rendir cuentas al Comandante a cargo de ella.
Enterado el Comandante de lo
ocurrido, para variar no se encontraba en su puesto en ese instante, lo
hicieron por teléfono, ordeno retomar el operativo en Acho.
No le pareció relevante lo
ocurrido.
Ese Sargento 2do. en aquel
aparente intrascendente operativo de 1,989 es un ex alumno de nuestro glorioso
colegio San Pedro de Corongo: Ladislao Marreros Aranda.
Quien comento este recuerdo vivido por él, al autor de esta nota narrativa, que resalto.
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