Recuerdo que aquella noche mi amigo Joshe, anunciándose media cuadra antes con su ruidosa bicicleta llamó a la puerta de mi habitación, a unos pasos del rio Quilcay, para invitarme a llevar una serenata, no lo pensé dos veces, dejé mis diseños a medias en el tablero y sin que se despierte jalé mi acordeón que se cobijaba debajo del catre y nos enrumbamos a las afueras de la ciudad. ¡Nos van a pagar!, comentó mi amigo, incrementando mi entusiasmo, algo que en realidad nunca se concretó. Con el pretexto de calentar la garganta nos di…
La respiración cada vez más agitada de la lámpara a kerosene palidecía la alargada habitación exigiendo que se le bombee aire para resplandecer los enlucidos de yeso de las paredes, tan entretenido estaba Mesías como yo, escuchando los mímicos alegatos del tío Edver que se distrajo por completo, pero sin apurarse y encorvándose la cogió de su base semiesférica y le inyectó aire con su bombín inserto, estirando la cara como pretendiendo alejar de sus ojos el humo del cigarrillo ducal que se balanceaba en sus labios. Sobre el mostrador meno…
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